viernes, 28 de septiembre de 2012

Y el séptimo día llegamos al mar

Tras un día de descanso obligado por la lluvia, agradecido por nuestros cuerpos, salimos dispuestos a cumplir nuestro reto de llegar al mar antes de que la lluvia nos lo pudiese truncar.

Atrás dejamos Villallano, un pueblo con siglos de historia en el que a excepción de la reconversión de antiguas casas rurales a las casas rurales que entendemos hoy, poco ha cambiado en la forma de subsistencia de los pocos moradores de esta villa. Las vacas caminan tranquilas por sus calles hacia su establo dejando las huellas de sus paso en el suelo y en el ambiente, ese olor a ganado, a pueblo, que no nos molesta porque nos recuerda el pueblo que alguna vez tuvimos o visitamos. En la plaza se amontona el maiz picado recién recogido que se dejará fermentar para alimentar con él al ganado durante el invierno. Una vez guardado el maiz, el camión que trae la paja empaquetada en el campo, ocupa la plaza para descargar su contenido en una de los grandes pajares.
Las casas de Villallano me impactan por lo antiguas, grandes y robustas. Algunos de los arcos de sus puertas son piedras con escudos tallados e inscripciones en las que puedo leer año milseiscientosetenta y algo... 10 casas y una iglesia durante siglos casi imperturbables.
Ahora añoro tener más tiempo para haberme detenido en los pueblos que hemos visto de pasada desde la bici, llenos de casas con historias que nunca conoceré.

Pasamos de Palencia a Cantabria usando la antigua nacional hacia Santander. Es una suerte que la existencia de autovías deje casi vacías estas carreteras. Pero claro, mientras la autovía discurre casi plana, arramplando gracias a sus puentes y túneles todo lo que haga falta para acortar distancias, las antiguas carreteras siguen la orografía del terreno. Así dejamos la meseta con varios kilómetros de rompepiernas, subiendo y bajando hasta llegar a Reinosa. Eso sí, a partir de aquí casi todo lo que nos queda es bajada. Es muy agradecido hacer en este sentido el camino desde la meseta al mar, debe ser mucho más duro a la inversa.

A partir de Reinosa ya es patente que estamos en la verde Cantabria. Pero que estrecha me parece ahora la franja norte de la Península. Después de una semana cruzando Castilla, en sólo media jornada vamos a cruzar Cantabria.
Por la nacional llegamos hasta Los Corrales de Buelna donde tenemos la suerte de encontrarnos con una cicloturista madrileña emigrada a Cantabria que nos enseña como llegar hasta Suances, hasta el mar, por un estupendo carril bici, la vía verde del Besaya. Nieves también nos enseña las Estelas de Cantabria y el pueblo medieval en el que vive, Cartes. No me extraña que esta chica nos hable tan feliz de su nueva vida en el norte, de como va en bici a trabajar cada día, del sitio tan especial en el que vive. Yo sólo puedo encidiarla.

Aunque bastante cansados ya, el camino hasta el mar se hace bastante agradable. Ni siquiera la aparición de las grandes industrias de Torrelavega lo afean. De nuevo, lo que antes me pareció horrible visto desde el coche, ya no lo es tanto desde la bici. Estamos a punto de llegar al mar, de cumplir nuestro modesto sueño y hasta el dolor que me produce el sillín se hace más llevadero.

La ría del Besaya es digna de recorrer pero el mar se hace de rogar... sólo conseguimos verlo cuando llegamos a Suances. Lo hemos conseguido, estamos en el mar. ¡¡Qué contentos!!
Pirata lo celebra jugando en la arena, nosotros con una buena cena en uno de los pocos restaurantes que quedan abiertos en Suances.










martes, 25 de septiembre de 2012

Día 6: el viento vuelve locas a las personas

Siempre que hace viento pienso en la frase que dice Raimunda (Penélope Cruz) en la película Volver mientras visita la tumba de su madre: el viento vuelve locas a las personas. En la Patagonia hay ruinas de asentamientos españoles que llegaron para criar ovejas y abandonaron por culpa del viento. De todos los fenómenos meteorológicos posibles, el viento es una auténtica locura.

Cuando tienes que pedalear incluso cuesta abajo ya sabes que el día va a ser duro. Y entonces todo duele más. El cuello, los hombros, el culo... ufff, pobrecito mi culo.
Aún así esta sexta etapa ha tenido momentos en los que olvidar el odioso viento. De nuevo bonitos pueblos, como Villadiego, o una comida casera de lujo en el único bar de Humada y la charla con los parroquianos del lugar.
Si pasáis alguna vez por Humada no dejéis de parar en su bar, seguramente el bar más acogedor de España. En un momento nos han preparado unas tortillas de chorizo y una ensalada con productos de su propia huerta realmente deliciosa. Quizás gracias a esta comida y a lo agustito que estuvimos allí, subimos sin problemas el puerto que comenzaba a sólo medio kilómetro de Humada.
Hoy el paisaje ha cambiado drásticamente. La tierra se ha plegado y ha dejado al aire paredes de piedra caliza que fueron fondo de mares en otros tiempos. De ahí la cantidad de fósiles cogidos en esta zona que tenían en el bar. Cada vez hay más árboles y menos sitio para el cultivo debido a la pendiente. Según nos han contado, aquí la vida es más dura que en la.meseta que dejamos porque es más difícil cultivar y porque en invierno hace mucho frío.
A 11 km de Aguilar de Campo, ya en Palencia, salimos a la nacional que viene de Burgos y en menos de 4 km nos damos cuenta de que no podemos circular por ahí. Cada vez que pasa una camión tengo que apretar la bici contra el suelo para evitar que el viento que mueven no me tire al suelo. Saliendonos a unos caminos llegamos a Villallano y aquí nos quedamos. Mañana dan lluvia así que aprovecharemos para hacer jornada de descanso, que falta le hace a nuestras posaderas...
Aguilar de Campo está a sólo 3 km y allí vamos a por víveres para nosotros y para Pirata. Este es el pueblo de las galletas, un pueblo bonito y feo al mismo tiempo.




domingo, 23 de septiembre de 2012

Día 5: Castilla la vieja, Castilla la bella

De Villafruela a Sasamon. Seguimos recorriendo carreteras sin uso y pueblos vacíos, pero llenos de flores, cuevas bodegas de vino y majestuosas iglesias. Las iglesias de los pueblos burgaleses son más grandes y ornamentadas que las humildes iglesias de los segovianos. Yo diría que son desproporcionadas para el pequeño tamaño de estos pueblos. Y no se si la diferencia se debe a que Burgos era una provincia más rica, más católica o ambas cosas. Maldita incultura.
Sin ser yo una gran admiradora de estos edificios de culto he de decir que son muy bonitas, tanto como estos pueblos.
Hoy hemos rodado muy rápido, pendiente y viento a favor la mayoría del tiempo. El cielo cada vez más oscuro nos ha hecho parar en Villaldemiro al resguardo de un frontón techado. En este bonito pueblo si había bar pero estaba cerrado por vacaciones. Unos cuantos de sus vecinos de fin de semana nos han invitado a vino casero y cangrejos de río que acababan de pescar en el Arlazon. Los estaban cocinando en una de las muchas cuevas que hay en estos pueblos y que son bodegas donde conservar el vino. Algunas de estas cuevas están muy arregladas y además se usan como hornos, comedores familiares... Han sido muy amables con nosotros pero a mi los dos culines de vino me han dejado muy mareada.
Tras dejar pasar el mareo y según creíamos la tormenta, hemos seguido pedaleando.... A Sasamon hemos llegado calados hasta las bragas... por haber olvidado los pantalones de agua en casa... Otro pueblo que merece una buena visita.  Hoy nada de acampada, casa rural, ducha y colada.



Si cierro los ojos diría que oigo a José Mota

Piojoso, más que piojoso. Tio miserable, se tenía que haber muerto él. Será zarapastroso el tío y miserable. Lo raro es que haya ido al entierro y no se haya quedan trabajando, tio miserable.


Día 4: Ancha es Castilla

Y bonita y tranquila.
Recorrer en bicicleta esta zona de la península, que desde el coche observamos con tanto desinterés en nuestros viajes al verde norte, ha hecho que cambie mi percepción de Castilla y León, más allá de la conocida belleza de sus capitales. No por verlas desde la bici son menos amarillas o poseen más vida, pero ambas características no me parecen tan feas o miserables como me habían parecido antes. También hay belleza en el campo amarillo, y calidad de vida en sus pequeños pueblos aparentemente sin vida.
Es una suerte poder rodar por carreteras provinciales, rurales, sin encontrar casi ningun coche en el camino. Por momentos recuerdo la soledad de Alaska o el silencio de Laponia, y estoy a sólo 200 km de casa.
Que lejos quedan el ruido, el olor a combustible quemado, el calor asfixiante del asfalto omnipresente...
En nuestra cuarta jornada hicimos San Miguel de Bernuy-Villafruela, unos 65km.
Tras una subida inicial, el resto de la jornada fue más o menos llana y fácil. Cambiamos de Segovia a Burgos en medio de una carretera larga, recta y sin nada de nada excepto campos vacios en varios km de recorrido. En Burgos, los viñedos de la rivera del Duero fueron sustituyendo a los campos segovianos amarillos del cultivo ya recogido, y así llegamos a Roa del Duero donde comimos unos ricos platos combinados en plena plaza. Dato importante: aquí el tinto de verano es en realidad calimocho... crimenes ambos si tenemos en cuenta que estamos en zona de vinos. Tras un buen descanso para dejar pasar el calor y la comida seguimos hasta Villafruela, un pueblo sin bar pero con un teleclub usado por turnos por los hombre y las mujeres del pueblo. De 16:30 a 18:30 juegan a las cartas los hombre, de 19:00 a 21:00 las mujeres. Llegamos a las 19:30 y todas las señoras que disfrutaban de la partida nos miraron sorprendidas cuando entramos a pedir una coca-cola.
Aún así nos sirvieron las cocacola, nos dieron conversación y nos recomendaron un merendero muy agradable donde acampar. Curiosa esta segregación de la tercera edad.







sábado, 22 de septiembre de 2012

Día 3: Las calas las carga el diablo

Por fin me atrevo a probar las calas, que para eso las tengo, y como ya me pasó hace un año en mi anterior intento, el resultado fue una caída graciosa sin ninguna gracia para mí. Meto las dos calas en sus correspondientes pedales y pienso: "no olvides que las has enganchado cuando tengas que parar..." Después de un rato indefinido pedaleando aparece una cuesta, Juanan que va delante frena para que Pirata baje del carro, yo me paro detrás en seco y demasiado tarde pienso: "he olvidado sacar las calas..." Es curioso como te puedes mantener unos instantes en vertical, con los pies enganchados, sabiendo que te vas a caer porque no los has sacado antes de parar y sin poder evitarlo. Creo que hasta me dio tiempo a colocarme para caer. Juanan y Pirata me miraban mientras yo gritaba: "lo he olvidado"
Plof, caderazo y codazo contra el asfalto.
Desde entonces meto sólo una cala... ¿para que más?

El tercera día ha sido fácil y agradable. Atravesamos pueblitos segovianos y rodamos por carreteras vacías. Ya tenemos muy claro que se rueda mucho mejor por carretera que por camino, y como no hay tráfico no nos sentimos en peligro. Pirata va en el carro cuando pasamos de los 13km/h, es decir, en  el llano o pendiente abajo, pero se baja en cuanto Juanan frena y camina junto a él mientras subimos rampas.
En algunos pueblos no llegamos a ver a nadie, pero sabemos que hay vida por las flores que los adornan y la limpieza de sus plazas. No son horas de estar en la calle.
De Torrecaballero a San Miguel de Bernuy hemos hecho cincuentaypocos km, y aunque nos encontramos con fuerzas hace mucho calor y decidimos parar. Hemos encontrado una buena playa a orillas del Duraton, acamparemos aquí.




Día 1: De los poligonos del sur a la sierra

Es la tercera vez que escribo este post y no sé si ésta será la definitiva. Mi móvil se niega a colgar la entrada sobre la primera etapa. Ya, a mi tampoco me gustó, pero habrá que contarlo para que a ningún otro ingenuo se le ocurra repetirlo, no?
El caso es que... intentaré recuperar el texto cuando llegue a casa. Ahora dejaré sólo unas fotos de lo que fue ese primer día por el suroeste de Madrid