Nuestro plan ingenuo era cruzar la sierra de Guadarrama por el puerto de la Fuenfria, que trascurre desde Cercedilla a Valsain por pista forestal. Conocíamos el camino, pues lo habiamos hecho anteriormente, pero debe ser que la ilusión nubla el raciocinio y no se nos ocurrió ni por un momento pensar que subir esa pista y bajarla con el peso que llevábamos iba a ser misión imposible para nosotros. Pero si llevamos un año sin montar en bicicleta!
La vía pecuaria de Alpedrete a Los Molinos nos puso en nuestro sitio. Las bicis se quedaban clavadas en la arena y para mi era imposible iniciar el pedaleo en plena cuesta. Llegamos a Cercedilla con la seguridad de que la sierra era infranqueable en nuestras condiciones y en cuanto vimos la estación no lo dudamos.... otra vez al tren. A mi esto me dejó muy pero que muy frustrada... ¿Qué clase de viaje en autonomía es este si coges el tren a la primera dificultad?, decía uno de mis yos internos. Pues aquel en el que quieres avanzar antes de morir en el intento, decía otro de mis yos. ¿Pero porqué no subimos por la carretera hasta el puerto?, preguntó mi yo real a Juanan. ¿Tú te has visto en la última rampa?, dijo Juanan, que nunca comprende que me frustre tanto cuando ni siquiera he entrenado para preparar el viaje.
Mis yos siguieron peleándose todo el tiempo que duró la espera en la estación, pero una vez llegamos a Navacerrada y bajamos a toda velocidad por las siete revueltas se fueron reconciliado.
Gracias a la estupenda subida que nos escaqueamos pudimos avanzar unos kilometros más de lo previsto. Se nota que es sólo el segundo día, que nuestras piernas y nuestros culos aún no están hechas al rodaje diario, así que todos mis yos reconocieron que habíamos hecho lo mejor. La etapa terminó en Torrecaballero, y pasamos la noche en un parque estupendo.
Dormir al raso está muy bien pero tiene algunos inconvenientes. Para mi el peor de todos es el viento. Si me da el aire en la cara las cosquillas que me hace el pelo no me dejan dormir.
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